jueves, 21 de julio de 2016

Ciudadanos de otro reino.

Tomado del Libro: Cuando el cristianismo era nuevo. D.W. Bercot.

El prisionero Policarpo podía oír los gritos del gentío enloquecido dentro de la arena romana. Los perros de la calle seguían al carro, ladrando locamente. Deteniéndose afuera de los altos muros de la arena, el guardia sacó al prisionero del carro como si fuera un bulto de basura. No le importó que las piernas del prisionero quedaran lesionadas. Pero no tenía apariencia de malhechor este anciano delicado, con cara arrugada. El prisionero entró en la arena, cojeando. Su delito, ¿cuál era? Era el líder en aquella ciudad de una secta supersticiosa, la secta conocida por el nombre cristianos. El anciano, guiado por soldados, se acercó al procónsul romano, mientras el gentío gritaba su aprobación. Querían ver sangre esta tarde. El procónsul se inclinó hacia adelante y habló en voz baja al anciano prisionero:
—El gobierno romano no quiere perseguir a los ancianos. Sólo jura por la divinidad de César y te pondré en libertad.
—Esto no puedo hacer.
—Entonces sólo grita: “Abajo con los ateos”, y bastará. (Ya que los cristianos no tenían ni dioses ni templos, muchos creían que eran ateos.)
Con gran calma el prisionero dio la vuelta y señaló hacia el gentío que gritaba por su muerte. Entonces, mirando hacia el cielo, gritó a toda voz:
— ¡Abajo con los ateos!
Este había hecho lo que se le mandó, pero no de la manera esperada. No satisfacía al gentío loco que seguía gritando por su muerte.
— ¡Maldice a Jesucristo! —ordenó.
Por unos momentos Policarpo miró fijamente al rostro severo del procónsul. Luego habló con calma:
—Por ochenta y seis años he servido a Jesús, y él nunca me ha hecho mal alguno. ¿Cómo, pues, podré maldecir a mi Rey y Salvador?
—Jura por la divinidad de César —le instó otra vez.
Pero el prisionero contestó sin demorar:
—Ya que usted aparenta no saber quién soy, permítame ayudarle. Digo sin vergüenza que soy un cristiano. Si usted desea saber qué creen los cristianos, señale una hora, y yo con gusto se lo diré.
El procónsul se agitó. No me tienes que persuadir a mí. Persuade a ellos dijo, señalando hacia la multitud impaciente que habían venido para ver la diversión de sangre. 
—No abarataré las enseñanzas de Jesús ante tales personas.
Ahora el procónsul se enojó. ¿No sabes que tengo a mi poder los animales feroces? ¡Los soltaré de inmediato si tú no te arrepientes de estas necedades!
—Muy bien. Suéltelos —replicó Policarpo, sin miedo—. ¿Quién ha oído jamás de que una persona se arrepintiera de lo bueno para andar en pos de lo malo?
—Bien, si los leones no te dan miedo, óyeme. ¡Te quemaré vivo si no maldices a Jesucristo ahora mismo!
Lleno del Espíritu Santo, Policarpo contestó con gozo y valor:
—Me amenaza usted con un fuego que se apaga después de una hora. ¿No sabe que vendrá un fuego eterno, el fuego de juicio reservado para los impíos? ¿Por qué esperar más? Haga conmigo lo que va a hacer.
Cuando se anunció el último desafío de Policarpo, una ola de furia corrió por la multitud. Amontonaron la leña alrededor de la pira preparada, a la cual los soldados ya clavaban las manos y las piernas de Policarpo. Pero él habló con confianza a los soldados:
—Déjenme así como estoy. El que me fortalece contra el fuego me ayudará a permanecer en él sin que me aseguren.
Después de permitir que Policarpo orara, los soldados prendieron el fuego.
Al quemar a Policarpo, el pueblo de Esmirna creía que lo pondrían en el olvido y que la despreciada secta de los cristianos se acabaría. Como el procónsul que había esperado intimidar a Policarpo, así creía el pueblo que los cristianos se intimidarían y olvidarían su fe. ¡Qué equivocación! Resultó todo lo contrario. En vez de intimidarse por la muerte de Policarpo, su líder, los cristianos cobraron más ánimo. Y su número aumentó.
Paradójicamente, lo que los romanos no pudieron hacer, la iglesia misma después lo hizo. Hoy en día, el nombre de Policarpo descansa en el olvido, y el cristianismo de aquel entonces no existe

¿Quiénes eran los primeros cristianos?
Cuando hablo de “los primeros cristianos”, me estoy refiriendo a los cristianos que vivían entre los años 90 y 199 d. de J.C. El apóstol Juan estaba vivo al principio de esta época. En esta primera generación de primeros cristianos, había gente que había conocido personalmente a alguno de los apóstoles. Habían recibido instrucción de ellos. Policarpo sirve como ejemplo de tales personas. El fue instruido por el apóstol Juan. Esta época terminó con un hombre que fue enseñado por Policarpo: Ireneo. Así había un solo eslabón humano entre él y los apóstoles. Al decir “cristianismo primitivo”, me estoy refiriendo a las creencias y prácticas de la comunidad de primeros cristianos, en todo el mundo, que mantenían los vínculos de compañerismo entre sí. Pero los cristianos del siguiente siglo generalmente mantuvieron las mismas creencias y prácticas. Los grandes cambios en la doctrina cristiana se hicieron después de 313, año en que el emperador romano Constantino legalizó el cristianismo.
Cuando yo empiezo a hablar de los escritores entre los primeros cristianos, muchas personas luego responden: “Ah, bien. Usted se refiere a ‘los santos padres’ de la iglesia.”Pero estos escritores no eran “santos padres de la iglesia”. La mayoría de ellos eran cristianos ordinarios que trabajaban con sus manos, aunque sí tenían más educación que muchos otros en su tiempo. Se hubieran indignado con cualquier persona que se hubiese atrevido a llamarlos “santos padres”. No tenían tal nombre. Los únicos “padres” de la iglesia que ellos conocían eran los apóstoles—y no los llamaron padres.
Los escritos de la iglesia primitiva pueden ser divididos en tres clases: (1) obras de apología que defendían las creencias cristianas frente a los ataques de los judíos y de los romanos; 
(2) obras que defendían al cristianismo contra los herejes; y (3) correspondencia entre iglesias. Estos escritos dan testimonio de las creencias y prácticas universales en la época después de la muerte de los apóstoles. Y es esto lo que les da gran valor.
Uno de los distintivos del cristianismo primitivo es la carencia de muchos dogmas inflexibles. En realidad, mientras más atrás uno va en la historia del cristianismo, menos de teología halla.
Una introducción breve a ocho de los escritores principales
Antes de presentar las creencias de los primeros cristianos, quiero introducir algunos de los escritores principales los cuales voy a citar: 
Policarpo: Discípulo del apóstol Juan. Policarpo, de cuya muerte hablamos en el primer capítulo, servía de modelo de fe y de devoción a las congregaciones de Asia. En su juventud él acompañó al apóstol Juan y aprendió a sus pies. Evidentemente, Juan mismo lo ordenó como obispo de la congregación en Esmirna. Policarpo vivió hasta una edad de por lo menos 87 años. Fue martirizado alrededor del año 155 d. de J.C. 
Ireneo: Eslabón importante con los apóstoles Uno de los discípulos personales de Policarpo fue Ireneo, quien después se mudó a Francia como misionero. Como discípulo de Policarpo, quien a su vez era discípulo del apóstol Juan, Ireneo sirve como eslabón importante con la época de los apóstoles. Fue martirizado cerca del año 200.
Justino: Filósofo convertido en evangelista durante la vida de Policarpo. Al conocer que Justino era filósofo, el anciano Policarpo le hizo preguntas escudriñadoras, preguntas que ponían a la luz lo vacío de la filosofía humana. Años después, Justino contó: “Cuando el anciano había terminado de hablar estas cosas y muchas más, se fue, exhortándome a que meditara en lo que había hablado. Después de reflexionar más en lo que el anciano me había dicho, me di cuenta de que el cristianismo era la única filosofía verdadera y valiosa”. Fue martirizado hacia el año 165. Después de su muerte, fue conocido por muchos como Justino el mártir.
Clemente de Alejandría: Instructor de nuevos conversos. Otro filósofo que halló el cristianismo en su búsqueda de la verdad fue Clemente. Después de convertirse en cristiano, viajó por todo el imperio romano, aprendiendo los preceptos de la fe cristiana personalmente de los maestros cristianos más ancianos y estimados. Los escritos de Clemente, fechados hacia el año 190, reflejan la suma de la sabiduría de sus maestros. Con el tiempo, Clemente se mudó a Alejandría, Egipto. Fue ordenado anciano en aquella congregación y encargado de instruir a los nuevos conversos. Por lo general se le llama “Clemente de Alejandría” para distinguirlo de otro Clemente, quien era obispo de la iglesia en Roma a fines del primer siglo.
Orígenes: Una mente aguda dedicada a Dios. Entre los alumnos de Clemente en Alejandría había un joven hábil llamado Orígenes. Cuando Orígenes tenía sólo 17 años, estalló una persecución severa en Alejandría. Aunque tenía sólo 17 años, Orígenes se distinguió en la iglesia de Alejandría por el cuidado amoroso que prestaba a sus hermanos en la fe durante la persecución. Por ese tiempo, los oficiales de la ciudad tramaron la muerte de Clemente, y éstese vio obligado a escapar a otra ciudad para continuar su servicio cristiano. En una decisión extraordinaria, los ancianos cristianos de Alejandría le nombraron a Orígenes, de sólo 18 años, para tomar el lugar de Clemente como maestro principal en la escuela para los nuevos conversos. Pronto Orígenes llegó a ser uno de los maestros más estimados de sus días. Orígenes tenía una de las más brillantes mentes de sus días. Varias veces tuvo que trasladarse para otro lugar para escapar de la persecución. Sin embargo, llegó a los 70 años. En ese entonces sus perseguidores lo aprehendieron y lo torturaron. Pero por más que lo torturaron, él no negó a Jesús. Y al fin dejaron de torturarlo, exasperados. Con todo, Orígenes nunca se recuperó de la tortura y al fin murió.
Tertuliano: Apologista a los romanos. Tertuliano es quizás el más conocido de todos los escritores cristianos de los primeros siglos. Llegó a ser anciano en la iglesia de Cartago en el África del norte. Tertuliano era uno de los apologistas más hábiles de la iglesia primitiva. El escribió en latín, no en griego como la mayoría de los primeros cristianos. A Tertuliano se le recuerda por varios dichos famosos, por ejemplo: “La sangre de los mártires es la semilla de la iglesia”. Tertuliano escribió entre los años 190 y 210 d. de J.C. Además de sus obras apologéticas, Tertuliano escribió varias obras cortas, tanto cartas como tratados, para animar a los cristianos apresados o para exhortar a los creyentes que mantuvieran su separación con el mundo.
Cipriano: Un rico que todo lo entregó a Cristo. Uno de los alumnos espirituales de Tertuliano se llamaba Cipriano. Había sido romano rico, pero se convirtió en cristiano a la edad de 40 años. Como cristiano recién convertido, Cipriano estaba tan agradecido por su vida nueva en Cristo que vendió todo lo que tenía y lo repartió a los pobres. Su entrega total a Cristo pronto ganó el respeto de la iglesia en Cartago. Después de unos pocos años, en una decisión sin precedente, le llamaron a ser obispo de la iglesia allí.
Lactancio: Maestro del hijo del emperador. Lactancio es poco conocido a los cristianos de hoy en día. Lactancio escribió con claridad y elocuencia extraordinaria. Antes de convertirse al cristianismo, fue instructor célebre de la retórica. Aun el emperador Diocleciano le alabó. Los escritos de Lactancio tienen gran importancia para nosotros porque se escribieron al final de la época pre-Constantina de la iglesia primitiva. Demuestran ampliamente que la gran mayoría de las creencias cristianas habían cambiado muy poco durante los 220 años entre la muerte del apóstol Juan y el principio del reinado de Constantino.






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