lunes, 26 de mayo de 2014

Parcela de trabajo - Guillermo Cuart

Todos tenemos una lista de oración. Una lista con personas conocidas que aún no se han convertido al Señor y por las que estamos orando para que finalmente le conozcan. Tal vez no la tenemos en un papel (aún), pero si en nuestras mentes y corazones. Algunas de ellas son muy queridas, porque son parte de nuestra familia, o porque fueron amigos de toda la vida. Otras son personas con las que compartimos todos los días: compañeros de trabajo, de estudio, vecinos… y cuando pensamos en  nuestros familiares (tíos, primos,…), o en antiguos compañeros, o aquellos que hace mucho no vemos; esta lista se hace interminable.

Cuando hablamos de la parcela de predicación estamos queriendo decir algo diferente: Es una lista mucho más pequeña, tal vez con no más de tres o cuatro nombres. En ella se encuentran las personas a las que les estamos predicando y siguiendo, o que estamos planeando ir a hablarles del Señor. Son nombres que tal vez están en nuestra lista de oración, o que conocimos al predicarles en nuestro diario andar, y que al mostrarse abiertas al evangelio, hemos comenzamos a seguir. Lo importante es que nos ayuda a mantenernos enfocados en lo que hacemos para el Señor día a día, a concentrar nuestro esfuerzo específicamente en alguien. Es una lista de oración, porque dependemos del Señor para hacer la obra; pero también es un compromiso de acción, donde cumplimos el mandato del Señor de IR.

Así como aquel valiente de David, Sama hijo de Age, defendió un pequeño terreno de lentejas de la invasión filistea cuando todos los demás israelitas habían huido, y Dios le dio una gran victoria (2° Samuel 23:11-12); nosotros nos paramos y luchamos por estos pocos nombres delante del Señor. “Es terreno de Dios y del diablo” (Así solía decirnos Ivan Baker mientras sacaba de su bolsillo un pequeño papel lleno de nombres).

La cantidad de nombres que compongan la parcela de oración depende de las posibilidades de cada uno. Algunos podrán seguir a tres, otros a cinco, otros a diez. Otros a uno. No importa cuántos sean, cada uno sabe cuánto puede. “…todo aquél que lleva fruto, (mi Padre) lo limpiará, para que lleve más fruto” (Jn. 15:2).


Es muy bueno también, en nuestros encuentros por las casas, hacer una parcela grupal. En ella, cada uno coloca el primer nombre de su parcela, es decir, aquella persona a la que está dedicándose más intensamente (ya sea porque es la más interesada en el Señor, o sencillamente porque se está proponiendo ir a verla). Durante la semana, todos oran por todos: por los hermanos, y por los nombres que cada uno puso.

Luego, semana a semana, revisamos como anda cada uno. Es importante que esta lista sea dinámica, que cada uno tenga la libertad de cambiar el nombre por el que quiere que oren, tal vez porque la persona anterior perdió todo interés, o porque apareció otra más abierta. Para esto, es muy importante revisar cada semana, estar comprometidos mutuamente en la oración, animarnos unos a otros a la acción, y saber retomar sin desanimarnos cuando aflojamos en la perseverancia. El Señor nos conceda que, teniendo los ojos fijos en la meta, seamos participantes activos en el crecimiento de Su Reino.













Guillermo Cuart

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