sábado, 2 de noviembre de 2013

LA BENDICIÓN DE SER SEGUNDO - Vanjo Farias Cap. 3

Capítulo3 

 El síndrome de Saúl – Todos pueden Ser Honrados, 
después de Mí. 

 Una lectura cuidadosa del libro de 1 Samuel revela mucho del corazón de Saúl:

 1 Sam. 13:11-14; preocupado en garantizar “su” reino desobedeció al Señor,
profanando el sacrificio.

 1 Sam. 14:24-35; espiritualidad exterior con exigencias absurdas que generaron locos
actos de rebelión. Edifica un primer altar, después de tantos años. Actos como estos
no demuestran una actitud de quien quiere honrar al Señor, mas bien quieren
garantizar su posición delante de Dios y de los hombres cumpliendo procedimientos.

 1 Sam. 15:1-11; desobediencia por temor al pueblo. Le era más importante ser
aprobado por los hombres que por Dios. Se revelaba como un hombre carnal, que
necesitaba de la aprobación humana para afirmarse.

 1 Sam. 15:12; edificó un monumento a sí mismo. Quería que todos supiesen que él,
el gran Saúl, había derrotado a los amalecitas. David levantaba altares al Señor,
Saúl monumentos a sí mismo.

 1 Sam. 15:13-21; se excluía de la reprobación, atribuyendo la culpa al pueblo (el
pueblo perdonó, trajo..., mas el pueblo tomó) . Y se incluye en lo que es aprobado
(destruimos, destruí totalmente) . Buscaba su propio interés y honra, aún en perjuicio
del pueblo que le había sido confiado por Dios. Que diferencia con David: “Y David
dijo a Jehová, cuando vio al ángel que destruía al pueblo: Yo pequé, yo hice la
maldad; ¿qué hicieron estas ovejas? Te ruego que tu mano se vuelva contra mí, y
contra la casa de mi padre.” (2 Sam. 24:17). Que diferencia con Pablo: “ Nosotros
somos insensatos por amor de Cristo, mas vosotros prudentes en Cristo; nosotros
débiles, mas vosotros fuertes; vosotros honorables, mas nosotros despreciados.” (1
Cor. 4:10); “Y oramos a Dios que ninguna cosa mala hagáis; no para que nosotros
aparezcamos aprobados, sino para que vosotros hagáis lo bueno, aunque nosotros
seamos como reprobados.” (2 Cor. 13:7); “De manera que la muerte actúa en
nosotros, y en vosotros la vida.” (2 Cor. 4:12)

 1 Sam. 15:22-31; reprendido con severidad, se arrepiente superficialmente,
admitiendo que temió al pueblo, pero no consigue esconder su dolencia crónica: la
incontrolable necesidad de ser honrado: “... pequé, hónrame...”.¡Que absurda
contradicción!

 1 Sam. 18:6-30; no soportaba ver que otro recibiera más honra que él. Ver la
reprobación de Dios sobre él y la bendición de Dios sobre otro no le trajo a
arrepentimiento y humillación (Salmo 51:10, 12, 16-17), sino rabia, miedo y deseo
homicida. Hijo de Caín. Cuando somos reprobados por el Señor, sólo la humillación
desvía el juicio. Fue así con Ezequias: “1 En aquellos días Ezequías cayó enfermo de
muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu
casa, porque morirás, y no vivirás. 2 Entonces él volvió su rostro a la pared y oró a
Jehová y dijo: 3 Te ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he
andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que
te agradan. Y lloró Ezequías con gran lloro. 4 Y antes que Isaías saliese hasta la
mitad del patio, vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo: 5 Vuelve, y dí a Ezequías,
príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu
oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano...” (2 Reyes 20:1-5). Hasta
perversos como Acab encontraron misericordia cuando se humillaron (1 Reyes 21:17-
29)

 1 Sam. 22:17-19; enloquecido por los celos, mata a los sacerdotes.

 1 Sam. 23:20-21; hombre movido por sentimientos. Escuchaba malos consejos y
hacía lo que el corazón le dictaba, esclavo de los deseos y las emociones. Bendecía,
no a los rectos y amantes de la justicia, sino a los traidores y desleales, ya que
atendían a sus deseos.

 1 Sam. 24 y 26; con mucho remordimiento, pero sin ningún arrepentimiento.
Manifestaciones de llanto y emoción sin cambio de conducta. Comportamiento típico
de quien obra por sentimientos y no por principios.

 1 Sam. 28:1-7; no oye más a Dios, busca oír a Satanás.

 1 Sam. 31; muere abandonado por Dios a quién había despreciado y por los hombres
de quién tanto buscó aprobación y honra. ¡Qué triste fin!


4- Descubriendo la bendición de ser segundo 
 En toda esta locura y tiniebla en la que estaba envuelto Saúl, brilló con sencillez el corazón
de Jonatán. Él era el heredero natural y legítimo del trono de su padre, con todo, sabía que la
ley de Dios estaba por encima de la ley hereditaria.

 Jonatán reconocía que Dios había escogido a David para ser rey sobre Israel y se alegraba
en esto.

 No importaba que David tomara el lugar que era suyo. Dios había establecido a David.
Esto era suficiente para Jonatán. Él no necesitaba defender su posición.

 Saúl nunca se vio a sí mismo como siervo de Dios, sino apenas como rey de Israel. En esta
locura, tienta a Jonatán a destruir a David (1 Sam. 20:30-31). La reacción del corazón de
Jonatán es un modelo del corazón de Aquel que a Sí mismo se humilló tomando la forma de
siervo (Filip. 2:5-8)

“Entonces se levantó Jonatán hijo de Saúl y vino a David a Hores, y fortaleció su mano en
Dios. Y le dijo: No temas, pues no te hallará la mano de Saúl mi padre, y tú reinarás sobre
Israel, y yo seré segundo después de ti; y aun Saúl mi padre así lo sabe.” (1 Sam. 23:15-18)

 Que esta difícil declaración sea una constante en nuestra boca y corazón: “yo seré
segundo después de ti”.

 Que el Señor nos libre del complejo de Amán, que quería la reverencia de todos, no
aceptando que ninguno lo ignorase. Encontremos gozo en la humillación. El Señor nos dé
valentía y fe para permanecer en la cruz. Identifiquémonos con el Cordero crucificado, para
ser incluidos en su exaltación (Filip. 3:2-11)

 Que el Señor nos libre del síndrome de Saúl, que no toleraba la honra dada a su prójimo, y
que vivía para usufructuar su posición y no para servir a Dios y a los hombres a través de
ella. Alegrémonos con la honra de nuestros hermanos y seamos siervos de todos, por amor a
Cristo (1 Cor. 9:19-23).

 El Señor nos conceda un corazón como el de Jonatán, que con alegría cedió su lugar a su
compañero. Que no se esforzó para mantenerse en la posición de “jefe”. Que no compitió
con aquel que, naturalmente, debería ser su siervo y no su rey.

Que nos sea dado un corazón como el de Jonatán, un hombre que descubrió la bendición de ser segundo.

 El Señor, al comparar su Reino con el reino de las tinieblas, considera común que en el
mundo, donde domina Satanás, los hombres se esfuercen por ser reconocidos, honrados,
destacados y estimados por todos. Pero, a todos sus hermanos, aquellos con quién ha de
heredar el Reino Eterno de Su Padre, Él ordena: “... pero entre vosotros no será así...”
(Marcos 10:35-45) ¡Amén!


Referencias básicas: Rom. 12:3; 2 Cor. 4:4-6; Mateo 23:5; Apoc. 14:13; 1 Cor. 8:1-3; Juan
6:63; Rom. 8:5-8; 1 Sam. 15; 1 Sam. 23:15-18.

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