sábado, 6 de julio de 2013

PARTE I : El Reino de Dios: El tema de toda la Escritura (continuación) (cassette nº2)


Breve repaso
 Jesús proclamaba ‘’El reino de Dios se ha acercado, cambien de actitud, crean en esta noticia que les
estoy dando’’. Hemos dicho que este era el tema del ministerio de Jesús durante 3 años y medio. Aún,
los 40 días después de la resurrección, les habló a los discípulos sobre el Reino. Hemos visto en los
Hechos que Pedro, en Pentecostés, presentó a Jesús sentado en el trono como Rey y Señor, sentado en
el trono de David, conforme a la profecía del Salmo 110: “Siéntate a mi diestra...’’.
 Vimos también, que Felipe en Samaria predicaba el Evangelio del Reino y el nombre de
Jesucristo. Observamos, finalmente, que el apóstol Pablo, en su ministerio, su tema él lo podía
sintetizar también diciendo que pasó predicando el Reino de Dios. Y llegamos así a los últimos
versículos de Hechos de los Apóstoles, donde veíamos a Pablo en una casa alquilada, con una
custodia, con una libertad vigilada, y allí por 2 años también predicando el nombre del Kyrios
Jesucristo y hablando acerca del Reino de Dios.
 Hemos dicho también esta mañana, que la expresión Reino de Dios, Reino de los Cielos o Reino, se
repite en el Nuevo Testamento 133 veces. Lo cual indica el aspecto dominante, preponderante, de este
tema.

 Hemos dicho también, que si no tenemos la visión del Reino, todos los otros temas de la Biblia
quedan inconexos, no tienen cohesión. Pero cualquier tema, teniendo la visión del Reino, tiene una
fuerza extraordinaria. Por ejemplo, si hablamos de la familia, sin la visión del Reino, no tiene fuerza
todo lo que decimos. Pareciera que la familia, finalmente, existe para nuestro bien y felicidad. Y es
fácil perderse y mezclarse con criterios humanos, con consejos humanos, etc. Pero cuando ubicamos
el tema de la familia
bajo la perspectiva del Reino, toma una fuerza extraordinaria. Así también podemos decir de la
oración, los dones del Espíritu Santo, y de cualquier otro tema. ¿Qué sentido tiene la unidad de la
Iglesia si no está el Reino? ¿En qué avanzamos si toda la Iglesia es una, y no está entronizado, en esa
Iglesia, Jesucristo como Rey y Señor? En cambio, poniendo el eje en su lugar, el tema central, todos
los otros temas son subtemas bajo la perspectiva y la visión del Reino de Dios.

Un cambio de expresión
 Ahora tengo que avanzar. Después de los Hechos vienen las epístolas, y después el Apocalipsis.
Permítanme señalar algo en cuanto a las epístolas. Las 133 veces que aparece la expresión “Reino de
Dios”, la inmensa mayoría aparece en los Evangelios y en los Hechos de los Apóstoles.
 En las epístolas, la expresión “Reino de Dios” no es tan frecuente. De allí que algunos dedujeron,
equivocadamente, que ese tema ya pasó, o vendrá en el futuro, y que ahora, en las epístolas, aparece
otro tema. Es porque no han entendido un giro que hay en las epístolas, no de tema, sino de expresión.
Y quiero explicarles: En las epístolas, la mayoría son de Pablo, pero también en las demás, continúa
hablándose del mismísimo tema. El tema no cambia, pero cambia la expresión. Y esto obedece a dos
razones. Ustedes no van a ver la misma frecuencia en las epístolas, pocas veces aparece la expresión
“El Reino de Dios”. Aparece, pero pocas, no es tan frecuente. ¿A qué se debe este cambio de
expresión? No de tema, como voy a aclarar ahora. Hay dos razones, una cultural, y otra espiritual, o si
se quiere, teológica, bíblica.

La razón cultural
 ¿Cuál es la razón cultural? En aquel siglo, el primer siglo, estaba el Imperio Romano. Para los judíos,
la expresión “Reino de Dios” o “Reino de los Cielos” era una expresión familiar, conocida. Porque en
el Antiguo Testamento hay muchas expresiones donde se exalta a Dios como el Rey de todas las
naciones. Varios Salmos comienzan proclamando: “Jehová Reina”. Así que era una expresión
conocida por ellos. Ellos sabían que el verdadero Rey del Universo era Dios. Pero, en el Imperio
Romano, Pablo descubre que era más apropiado usar otra expresión. Porque en el Imperio Romano la
autoridad máxima era el César de Roma, el Emperador. El Imperio Romano abarcaba muchas
naciones, y en cada nación había un rey. Herodes, por ejemplo, era un rey en Palestina, y así, había
reyes en las diferentes naciones. Pero el César tenía un título que superaba al de rey, en la cultura de
aquella época. El César ostentaba el título de Kyrios, Señor, que es la traducción al griego del hebreo
Adonai, mi Señor. De tal manera que el César, el Emperador de Roma, tenía la aspiración de ser un
dios, un semidios, se arrogaba el título de Kyrios, dando a entender que, por encima de los reyes, había
un Kyrios. Así era la cultura de aquella época. El saludo en el Imperio Romano era este: “El César es
el Kyrios”. Y Pablo, comprendiendo esta cuestión cultural, prefiere usar otra expresión que es mucho
más fuerte que llamar a Jesucristo rey, porque lo rebajaría en la cultura de ese entonces, por debajo del
César.
 Así que, por la revelación de Dios y la lucidez que Pablo tenía adecuando la verdad a la cultura de su
época, se produce un giro de expresión. Mientras en el Antiguo Testamento, como en los evangelios,
se habla del Reino de Dios, y en el protoevangelio, en Isaías 52 dice: “ Cuan hermosos son los pies
sobre los montes del que anuncia paz, ..., del que dice a Sión: Tu Dios reina” ¡Sión! El que reina no es
el rey asirio ¡Buenas noticias! ¡El que reina es tu Dios! Él está por encima de todos los reyes de la
tierra; esa era la expresión del Antiguo Testamento. ¡Jehová reina! Temblarán los pueblos y las
naciones. Ese era el kerigma del evangelio del Antiguo Testamento. Pero, ahora, Pablo usa otra
expresión:
¡Jesucristo es el Kyrios!
¡Tremendo, desafiante, impresionante!. Cuando todos estaban obligados a confesar que César era el
Kyrios, Pablo proclama que el verdadero Kyrios es Jesucristo, es el que está en el trono, sobre todos
los reyes de la tierra, sobre todo principado, sobre toda potestad, sobre todo señorío. Hay alguien que
está por encima de todo, es aquel a quién el Padre exaltó, lo sentó a su diestra y lo proclamó Kyrios de
todo el Universo.
 Así que, Pablo se adecua la cultura de aquella época, y en las epístolas, la expresión frecuente ahora,
no es “el Reino de Dios”. Pero la expresión frecuente es “Jesucristo es el Kyrios”, “nuestro Kyrios
Jesucristo”, “el Kyrios Jesucristo”, proclamando Él está en el trono, y Él reina por encima de todos los
reyes de la tierra, y aún por encima del César de Roma.
 ¿Cuántas veces aparece, en el Nuevo Testamento, la palabra Kyrios, referida a Jesucristo? 610 veces,
la va a encontrar por todas partes. Así que superó las 133 veces del “Reino de Dios” de los evangelios
y de los Hechos. Casi no hay capítulo en las epístolas en donde, varias veces, Pablo habla de Cristo
como el Kyrios. Solamente en las epístolas de Pablo, la expresión Kyrios referida a Cristo, se repite
260 veces. Decir Jesucristo es el Kyrios era el Kerigma, o la síntesis del Kerigma apostólico en
aquellos días. Esta es la razón cultural, la adecuación que Pablo hace, cambia de expresión, pero no
cambia de tema.

La otra razón
 Hay, además, una razón teológica o bíblica. ¿Cuál es? Pedro, en Pentecostés, por el Espíritu Santo,
recibe la revelación que, este que murió, que resucitó y ascendió a los cielos, el Padre le entregó el
Reino, lo sentó a su diestra en el trono, y lo proclamó Kyrios.
 Y dio el Padre una orden universal: Que toda rodilla, de los que están en los cielos, en la tierra y
debajo de la tierra se doble. Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Kyrios ¡Aleluya!.
 Pablo ratifica, y tiene la misma revelación que Pedro, al decir que el poder de Dios operó en Cristo,
resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo
principado, autoridad, poder y señorío, sobre todo nombre que se nombra, en este siglo y en el
venidero. Y sometió todas las cosas bajo sus pies. Y lo dio, sobre todas las cosas, como cabeza de la
Iglesia, la cual es su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. ¡Aleluya!
El tema de las epístolas
 En las epístolas, esta es la proclama, insistente, reiterativa, del apóstol Pablo, del apóstol Pedro, de
todos los apóstoles, proclamando a Cristo como Señor. Encontraremos la reiteración permanente en
las epístolas: “Dios nuestro Padre y el Kyrios Jesucristo”. Veamos en Romanos 1:1
 “ Pablo, siervo(doulos) de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios “
 Doulos de Jesucristo significa esclavo de Jesucristo. Si Cristo es el Kyrios ¿Yo qué soy? ¡Doulos, un
esclavo! Miremos un poco el capítulo 4 vs. 24 de Romanos:

“... sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en
el que levantó de los muertos a Jesús, Kyrios nuestro...”

Ahora cap.5 vs.1 :
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Kyrios Jesucristo”

Versículo 11 :
“Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Kyrios nuestro Jesucristo, por quien
hemos recibido ahora la reconciliación.”

Capítulo 6, versículo 11 :
“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Kyrios
nuestro.”
Versículo 23 :
“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Kyrios
nuestro.”

Capítulo 7, versículo 25:
 “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Kirios nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley
de Dios, mas con la carne a la ley del pecado”

Capítulo 8, versículo 39 :
“...ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que
es en Cristo Jesús Kyrios nuestro.”
 Y así, podemos leer todas las epístolas. Tenemos que leer 260 versículos donde aparece la expresión
de Jesucristo como Kyrios. Miren como define Pablo a la Iglesia, 1 Cor. 1:2

“...a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos
con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Kyrios Jesucristo, Kyrios de ellos
y nuestro”
Ahora, en el Imperio Romano, dale y dale con el Kyrios, nuestro Kyrios. Esta fue la razón por la cual
se desató la persecución romana contra los cristianos. Primero fue la persecución de los judíos contra
los cristianos. Pero luego fue la persecución romana, que en el comienzo del siglo II, hubo una
persecución organizada; porque aquí iba creciendo, dentro del Imperio, un pueblo que confesaba que
“el Kyrios de ellos era Jesucristo”, y no sólo de ellos, sino el “Kyrios de los Kyrios” ¡Bendito sea el
nombre del Señor! ¡Aleluya!. Mire Ef. 1: 2-3:

“Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Kyrios Jesucristo. Bendito sea el Dios y
Padre de nuestro Kyrios Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares
celestiales en Cristo”

 Así podemos ver, sólo en Efesios se repite la palabra Kyrios 24 veces. Entonces, ¿cambio el tema de
las epístolas? No, cambia la expresión, lo adecuó, por un lado a la cultura, para que sea el impacto
mayor. Y por otro lado, a la realidad que el Padre, al exaltar al Hijo, le dio el Reino. Y dice 1 Cor. 15:
25-26

“Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el
postrer enemigo que será destruido es la muerte.”
 Así que Cristo va a reinar, estamos en ese período, donde los enemigos van a ir cayendo, y van a ser
puestos como plataforma. Y cuantos más enemigos, más grande y alta será la plataforma, para exaltar a
Jesucristo como Kyrios ¡Aleluya! Y al final, cuando el último, el postrer enemigo, que es la muerte,
sea sometido, Cristo mismo entregará otra vez el Reino al Padre. Y Él también estará sometiéndose y
entregándose al Padre. Todo nace en el Padre y todo termina en el Padre, esa es la realidad del Reino
de Dios.

La visión dominante del Apocalipsis

 Entonces, ¿cuál es el kerigma central de las epístolas? Que Jesucristo es el Kyrios. Y el último de los
apóstoles vivos, ya que todos habían muerto y había quedado uno solo, no sé si por haber sido el más
jovencito cuando arrancó con Cristo... ¿Quién era? Juan, ahí, en la isla de Patmos, desterrado por causa
del testimonio de Jesús.
 Jesús se le aparece y le da una revelación sobre su persona. Le da un mensaje a cada una de las siete
iglesias de Asia. Y le dice: “Juan, sube acá, te voy a mostrar las cosas que sucederán”. Y de repente, en
el Espíritu, Juan sube al cielo y ve. ¿Qué ve? Un trono, y a uno sentado sobre el trono, y al Cordero a
su diestra. Y ve toda la adoración celestial, los cuatro seres vivientes, los veinticuatro ancianos,
millones y millones de ángeles cantando y adorando al que está sentado en el trono, y al Cordero. ¡ No
hay otro digno en el cielo, en la tierra, debajo de la tierra, no hay otro digno de recibir la gloria, la
honra, y el poder! ¡Digno de nuestra adoración! ¡Aleluya!
 Eso es lo que Juan vio, y participó de aquella alabanza celestial. El trono, ¡Hermanos, hay un Trono!
Y en ese Trono está sentado Dios el Padre, y a su diestra está sentado el Hijo, el Cordero como
inmolado, recibiendo toda la adoración en el cielo y en la tierra. ¡Bendito sea su nombre, ahora y
siempre! ¡Aleluya!
 ¿Y qué le dijo el Señor? Le iba a mostrar cosas tremendas, cosas difíciles, pruebas, calamidades,
terremotos, le iba a mostrar los jinetes del Apocalipsis, las plagas, los ayes, las copas de ira, las
trompetas y las cosas que iban a suceder sobre la tierra. Pero quería, antes de mostrarles todas estas
cosas, quería mostrarle a Juan que no se preocupen: “...escribe a las iglesias, y diles lo que has visto”.
La visión de que hay Alguien sentado en el trono ¡Y Él reina! La Iglesia iba a pasar, a continuación del
Apocalipsis, la prueba más dura. Iba a ver muertes, secuestros, asesinatos. Iba a haber una persecución,
sangre iba a ser derramada, y muchas cosas iban a suceder. Pero la visión dominante del Apocalipsis es
que hay un trono, y en ese trono está sentado el Señor ¿Amén?
 ¡No se aflijan! Yo estoy en el Trono, dice el Señor. Van a pasar pruebas y tribulaciones, pero
tranquilos, está todo bajo mi control. Y esa Babilonia, la ciudad de Roma, que la llaman Babilonia
disimulada y alegóricamente, y se refería a Roma, esa ciudad que ha fornicado con todos los reyes de
la tierra, va a caer. Y allí, en el Apocalipsis, muestra todas las pruebas que iban a venir, pero
tranquilos, “yo estoy en el trono”, dice el Señor. ¡Aleluya! 15

Dios tiene todo bajo control
 Y finalmente, llega el capítulo 19. Y allí escucha en el cielo el estruendo como de muchas aguas, y
como la voz de una gran multitud que decía: “¡Aleluya!”. ¿Por qué? ¡Porque el Señor, nuestro Dios
Todopoderoso, reina! ¡¡¡Aleluya!!! ¡Gloria a Dios! Y allí dice, en el griego, el Kyrios, nuestro Teos
(Dios) Pantócrator reina. ¿Qué es pantócrator? ¡El que tiene todo bajo control! Ese es el que reina.
 Hermano, ¡Qué tremenda es la visión del Reino! Ni la tribulación ni lo alto, ni lo profundo, ni la
vida, ni la muerte, ni lo presente, ni lo por venir, ni la necesidad económica, ni la persecución, ¡nada de
lo que nos suceda nos preocupa!. Porque encima de todas las cosas está nuestro Señor que tiene todo
bajo control.
 Finalmente Babilonia cayó. Y aparece, en el capítulo 19, uno que es “el Verbo de Dios”, montado
sobre un caballo blanco. En sus vestiduras y en sus lomos están escritos sus nombres: “Rey de reyes, y
Señor de señores” ¡Aleluya! Esa es la visión del Apocalipsis. ¡Qué palabra de consolación! ¡Qué
palabra de esperanza, de fe, para aquellos que iban a entrar en una tribulación, en una persecución, en
sufrimiento! ¡No te preocupes! Aunque te maten, aunque te corten la cabeza, aunque te quiten todo lo
que tienes, no te preocupes. Porque hay uno que reina, y tiene todo bajo control. Y a los que aman a
Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
 Y ahí quedó el Apocalipsis, para todos los siglos venideros también, pase lo que pase. ¿Dónde está el
César? Pobrecito el César. ¿Dónde están los reyes de la tierra? ¿Dónde está Alejandro Magno? ¿Dónde
está Napoleón? ¿Dónde están aquellos que querían retener el poder? Pobrecitos los que quieren
perpetuarse. ¿Por cuánto tiempo se pueden perpetuar en el poder? Hay uno que resucitó: “He aquí yo
soy el que vivo por los siglos de los siglos” ¡Aleluya!
 Nuestro Dios es el que reina. Hermanos, ¿cuál es el tema de todo el Nuevo Testamento? El Reino de
Dios. ¿Y quién está en el trono? El Kyrios ¡¡Bendito sea su nombre!!
PARTE II : ¿Qué es el Reino de Dios? (su significado y su implicancia)
El Reino de Dios: Su significado
 Tanto hablar del Reino de Dios, y por que no nos preguntamos: ¿Qué es el Reino de Dios? Ahora
vamos a entrar en su significado, no es muy complicado.
 El Reino de Dios ¿Qué es? A nosotros nos confunde un poco la expresión, porque nosotros
pensamos que el Reino es como un país. Antiguamente, a los países gobernados por reyes los llamaban
reinos. Así, algunos países todavía conservan, aunque sea la forma exterior. Inglaterra se llama el
Reino Unido de la Gran Bretaña, allí hay una reina. Hay otros países también, España tiene al rey Juan
Carlos. Pero son resabios históricos de la tradición, que prefieren mantener así, por diferentes razones.
 ¿Qué es el Reino entonces? ¿Qué es el evangelio del Reino de Dios? ¿Qué es el Reino de Dios?
Hermanos, el Universo tiene un centro, en ese centro hay un trono, en ese trono hay un Rey, el Reino
de Dios es la acción del reinar de Dios. No es tanto un término que califica un lugar geográfico, como
un país, sino una acción presente y continua. Dios está en el centro, en el Trono, y Él es el que
gobierna el Universo. El creador de todas las cosas, aquel que sustenta todas las cosas con la palabra
de su poder, Él está reinando hoy sobre todo cuanto existe. Dios, con su palabra de poder,
sostiene el Universo, las galaxias, constelaciones; y aún el microcosmos: el átomo, las moléculas, los
protones, los neutrones. Todo lo va gobernando en el mundo físico, en la vida biológica, en todo
cuanto existe, sobre las cosas que se ven, materiales, y las que no se ven, espirituales. Él gobierna
sobre todo acontecer, el Universo no está a la deriva, no está librado al azar. Hay alguien que esta
sentado en el trono, y reina.
 Las estrellas obedecen a Dios de un modo natural, inconsciente, porque no tienen conciencia,
involuntario, porque no tienen voluntad... El árbol, la flor, también obedecen a Dios de una forma
natural, podríamos decir automática, porque no tienen mente, no tienen inteligencia, no tienen
conciencia, no tienen voluntad. Así que, las galaxias, las constelaciones, los astros, los planetas el sol,
la tierra, la luna, todo, obedece a Dios y no puede hacer otra cosa que obedecer al Soberano Dios, no
tienen voluntad para discrepar o acatar, es una obediencia natural y automática.

La rebeldía del hombre
 Pero cuando Dios crea al hombre, pone su espíritu en el hombre, lo hace a su imagen y semejanza, le
da conciencia, entendimiento, le da una voluntad. Ahora el hombre tiene que obedecer al Rey del
Universo de un modo consciente y voluntario. Para eso Dios les habla. Si le habla al árbol no entiende,
pero le habla al hombre y entiende. Dios, al crear al hombre, y bendecirlo, le dice lo que espera de él,
le da mandamientos, le da órdenes: ”fructificad, multiplicaos, llenad la tierra y sojuzgadla, señoread
sobre los peces del mar, las aves de los cielos, las bestias de la tierra. De todo árbol pueden comer,
pero de aquel árbol del conocimiento del bien y del mal no pueden comer”; “seis días van a trabajar, el
séptimo van a descansar”. Le da una esposa, los declara una sola carne, marido y mujer. Lo pone en el
Huerto del Edén y le da la orden de guardar la tierra y labrarla. Dios le habló al hombre, le comunicó
su voluntad, ahora el hombre entendiendo, habiendo entendido la voluntad del Rey, de la autoridad, le
toca estar sujeto, obedecer.
 Pero aparece ahí otro ser, que se había rebelado contra Dios, ese ser que era un ángel de luz,
quizás el principal ángel del cielo, quién se rebeló contra la autoridad de Dios, y fue expulsado de la
presencia de Dios. Dios retiró de él su santidad, y quedó transformado en un ser maligno, en un
homicida, un engañador, en un adversario de Dios y de los hombres. Y ahora aparece en escena y se
acerca a Eva para decirle: “ ¿Dios te dijo que no comas?... Comé, no va a pasar nada” ¿Cuál es la
gravedad del pecado que cometió Eva? Dios dijo no, y ella lo hizo ¿Es grave o no es grave? ¿Es grave
o es muy grave? Ante la Palabra de Dios que entendimos, recibimos, hacer lo contrario es grave,
¡gravísimo! Porque nos toca obedecer al Rey, hacer su voluntad. Eva pecó, siendo engañada. Y le dio a
Adán, que también desobedeció a Dios. Es muy grave, hermanos.
 Si uno no entiende el Reino de Dios, no tiene la visión del Reino, no entiende la gravedad del
pecado, ni entiende que es el pecado. ¿Qué es pecado? Rebelarse contra Dios, contra un mandamiento
claramente entendido, comprendido, y ahora hacer lo contrario. Sólo ese acto de rebeldía, significó lo
que, en teología, se llama la caída. Cayó el hombre, fue expulsado de la presencia de Dios, la imagen
de Dios fue deteriorada, arruinada. El hombre se transformó en un ser rebelde contra Dios. De allí
vinimos todos, con esa herencia de pecado y rebeldía.

El arrepentimiento
 ¿Cuál es la característica, hoy, de los seres humanos? Cada uno hace lo que quiere. “¿Que Dios
dijo...?
¡Qué Dios ni Dios!...”. ¡Pero Dios quiere...! . “¡Qué me importa! Yo hago lo que quiero, lo que se me
da la gana”. Ahora viene Jesús, y le dice a los hombres: “Tengo una buena noticia: El Reino de Dios
que perdieron los hombres, el reinar de Dios sobre sus vidas se ha acercado”, pero tienen que hacer
algo: tienen que arrepentirse. ¿Amén?
 ¿Qué es el arrepentimiento? Cambio de actitud. ¿Qué actitud? Hay sólo dos posibles actitudes frente
a la autoridad: me sujeto o me rebelo. El cambio de actitud es renunciar a esa actitud que heredamos de
rebeldía, de independencia; y sujetarnos a la autoridad de Dios en la persona del Señor Jesucristo.
Cuando así lo hacemos, como lo hizo Pedro, Andrés, Juan, Jacobo, ¿qué hicieron? Se sujetaron a la
autoridad de Cristo. Dejaron de vivir como ellos querían. Y cuando Jesús los llamó, aceptaron su
autoridad sobre sus vidas. En la visión del Reino de Dios se entiende el pecado. En la visión del Reino
de Dios se entiende el arrepentimiento. En la visión del Reino de Dios se entiende la conversión, el
nuevo nacimiento, la entrega a Cristo. Todo en la visión, desde la perspectiva del Reino de Dios.
La condición para ser salvo
 ¿Cuál es la condición para que un pecador, hijo de Adán, sea salvo? ¿Qué debo hacer para ser salvo?
Vamos a ver que dice Pablo en Romanos 10: 8-9 :
“Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y
creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.”
 ¿Cuál es la condición, entonces, según Pablo, para ser salvo? ¿Qué significa ser salvo? Significa, por
un lado, que mis pecados pasados son perdonados. Por otro lado, significa que mi vida presente es
liberada del pecado, de una vida de pecado, es cambiado mi corazón. El que está en Cristo es una
nueva criatura, las cosas viejas pasaron, todo es hecho nuevo. Y ser salvo significa que tengo vida
eterna, que si me muero, no importa cuando, ya estoy en el Reino de Dios, aquí en la tierra, y paso a
vivir en el Reino de Dios, allá en el cielo. Eso significa ser salvo. Tiene que ver con mi pasado, mi
presente y mi futuro. ¿Cuál es la condición para ser salvo? Si confesares con tu boca que Jesús es el
Kyrios, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Y el vs.13 dice:
“...porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”

 Hay que invocarle a Cristo como Kyrios para ser salvo. 
 Ahora, hermanos, permítanme hacer aquí un alto. Yo nací en un hogar evangélico en la ciudad de
Haifa, Palestina. Llegué a Argentina con mis padres a la edad de 7 años. Allí, en Palestina, mis padres
me enseñaron de la Biblia, me enseñaron a orar, me llevaron siempre a las reuniones de la iglesia, la
escuela dominical. Cuando llegamos a la Argentina, hicimos lo mismo, todos los domingos fuimos a
las reuniones. Yo me convertí recién a la edad de 15 años. El hecho de ser hijo de creyentes no me
hace salvo. A los 15 años me entregué a Cristo. Durante siete, ocho años, con un grupo de jóvenes, en
un avivamiento que se produjo en la iglesia evangélica armenia, predicamos en las plazas, hospitales,
calles, tranvías, ómnibus, trenes de Buenos Aires y alrededores. A los 20 años fui al instituto bíblico, a
estudiar 4 años. Estuve en todas las grandes campañas de evangelización que se hicieron en Buenos
Aires, con predicadores internacionales o nacionales. Habré escuchado miles de mensajes
evangelísticos. Pero hasta la edad de 26 años, nunca había escuchado a nadie predicar el evangelio del
Reino de Dios, nunca. Sí, en la escuela bíblica, estudiamos un poco el Reino de Dios en el tema de
Escatología. Es decir, sucesos futuros, el Reino Milenial, cuando Cristo venga. Y se nos decía que el
Reino no era para ahora. Yo digo: “Dios mío, ¿cómo puede ser?”. Un día, estudiando la Biblia para
predicar, ese domingo a la noche, en nuestra congregación (ya había comenzado el mover del Espíritu
entre nosotros), Dios abrió mis ojos, y me mostró estas verdades del Reino, del Señorío de Cristo. Yo
quedé espantado. Dije: “¿Cómo puede ser? ¿Entonces yo he predicado equivocado?”
¿Qué predicaba yo? Que si quieres ser salvo, tienes que aceptar a Cristo como tu salvador personal.
Eso era lo que yo aprendí y prediqué hasta entonces. Aceptar a Cristo como salvador personal, es la
fórmula clásica evangélica para decirle al pecador que tiene que hacer para ser salvo: Aceptar a Cristo
como salvador. Nunca escuche a nadie predicar el evangelio del Reino. Pero si este es el tema de todo
el Nuevo Testamento, y nadie predica el tema, algo muy serio debe estar mal en lo que estamos
enfocando.
 Hay una gran diferencia entre aceptar a Cristo como Salvador y reconocerle como Señor. Ahora,
Cristo es el Salvador, no hay ninguna duda. Él es el único salvador, el bendito salvador, el glorioso
salvador, el poderoso salvador. Fuera de Él no hay salvación, no cabe ninguna duda. Pero esa no es la
pregunta, la pregunta es: ¿Qué tengo que hacer para que, este glorioso Salvador, me salve, perdone mis
pecados, me dé nueva vida, vida eterna? ¿Qué tengo que hacer? Hay una condición, y la condición es
que yo lo reconozca como Kyrios. Es diferente a reconocerle como mi salvador. Porque Kyrios
significa: El que es dueño de mi vida, el que es autoridad sobre mi vida, que yo estoy totalmente
sujeto a Él. Para ser salvo, tengo que hacer lo que dice el Padre, que ante la persona del Hijo, doble
mis rodillas, y con mi boca declare, reconozca, que Jesucristo es el Señor. Mi orgullo tiene que bajar,
mi rebeldía e independencia tienen que quebrarse. Doblar las rodillas significa humillarme, someterme,
aceptar su autoridad, su gobierno sobre mi vida, reconocer que es el Kyrios, mi dueño, mi amo, y que
soy suyo. Le pertenezco,, soy su esclavo ¡esa es la condición! Para que Cristo sea mi Salvador, tengo
que primero reconocerle como Señor.

Condición y beneficios
 Ahora, para los antiguos, el confesar con la boca era una cosa muy importante. Un día me
preguntaron a mí: “Jorge Himitian, ¿recibe a Silvia Palacios como tu legítima esposa?”. Y yo, con la
boca, dije: “¡Sí!”. ¡Se acabó! Claro que le preguntaron a ella también, y ella dijo que sí ¡Ya está! ¡Dios
registró ese sí, y fuimos unidos en matrimonio!
 Un día, el Padre le preguntó a Jesús: “¿Estás dispuesto a unirte a Víctor, a Hugo, a Néstor, a Jorge?”.
Y Cristo dijo: ¡Sí! . Vino al mundo, se hizo hombre, se hizo pecado, se hizo cargo de nuestras deudas.
Murió en la cruz unido a nosotros. Pero nos faltaba a nosotros decirle que sí. Para recibir sus
beneficios hay una condición: ¿Confiesas que Jesucristo es el Señor? ¿Qué respondiste? ¡Dijiste que
sí! ¡Pacto definido con Cristo! Él hizo pacto con nosotros, faltaba nuestra respuesta, esta es la
condición.
 Hermanos, les explico de esta manera: Observemos el siguiente círculo, dividido en dos hemisferios.
En el hemisferio de la izquierda está la condición, y en el de la derecha, los beneficios:


CONDICIÓN  -  BENEFICIOS 


 En el Evangelio del Reino, hay condición y beneficios. No podemos acceder a los beneficios, sino
cumplimos la condición. ¿Cuál es el beneficio? Ser salvo. ¿Y cuál es la condición? Aceptar a Cristo
como Kyrios. Pero, durante muchos años hemos perdido el hemisferio de la izquierda, y sólo hemos
predicado los beneficios. ¿Quién quiere paz? ¡Beneficio! Y Cristo da paz. ¿Quién quiere recibir perdón
de sus pecados? Y Cristo da perdón. ¿Quién quiere tener felicidad, quien quiere ser sano, quien quiere
tener la vida eterna y ser salvo del infierno?... “No tiene que hacer nada, sólo levante la mano, y pase al
frente, yo oro por usted, y recibe todo...”. Y todavía hemos aumentado los beneficios, otras cosas que...
no sé si están en los evangelios, como la prosperidad. El Evangelio del Reino abarca ambos
hemisferios. La condición es reconocer a Cristo como Kyrios. Entonces sí, viene el beneficio que
Cristo llega a ser nuestro Salvador, nuestro Redentor.

 En la Reforma Protestante, se descubrió que la justificación es por la fe, no es por la compra de
indulgencias, no es por ir al purgatorio, y salir de allí pagando misas. Fue glorioso lo que Dios reveló a
los reformadores, como Lutero y otros, acerca de la justificación por la fe. Pero dice: “Justificados
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios,”... Paz, beneficios..., justificación, beneficios ... “por medio
de nuestro Kyrios Jesucristo”. La paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna, por
medio de nuestro Kyrios Jesucristo.

La conversión de Pablo
 ¿Cómo se convirtió Saulo? Perseguía a los cristianos. En el camino a Damasco cayó al suelo ante un
resplandor. Se le apareció Jesús y él dijo: “¿Quién eres?”. Le dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues,
dura cosa te es dar coces contra el aguijón”. Pablo, en el suelo, le dijo a Jesús: “¿ Kyrios, qué quieres
que haga?”. ¡Murió la vida anterior! El que invoque el nombre del Kyrios, será salvo. Pablo le dijo:
“Jesús, Kyrios, ¿qué quieres que haga?...” Hasta ese momento, Pablo vivía como el quería, pero desde
ese momento, tenía un Kyrios. Pablo, esclavo de Jesucristo. Y el Kyrios le dijo: “Levántate, vé a
Damasco, a tal calle, a tal casa, y ahí espera nuevas órdenes.”
 ¿Cuántas veces nosotros le decimos al Señor, orando : “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”, de
rodillas y con lágrimas, y nos levantamos y hacemos lo que queremos. No es cuestión de decirlo de
labios, sino creer con el corazón lo que estamos diciendo. Jesús dijo: “¿Por qué me llaman Kyrios,
Kyrios, y no hacen lo que yo les mando?” .La confesión verbal no sirve, sino va acompañada del
reconocimiento del corazón.
 Y estuvo Pablo en Damasco tres días. Y como nadie le dijo que coma, no comió, no durmió, había
quedado ciego, esperando la próxima orden. Llegó Ananías, y le dijo: “Hermano Saulo, el Señor que
se te apareció en el camino, me ha enviado para que recibas la vista, seas lleno del Espíritu Santo, y
ahora te tienes que bautizar”. Y ahí nomás se bautizó, recibió la vista, fue lleno del Espíritu Santo.
Conversión, entrega total a Jesucristo. Y enseguida comenzó a predicar. Y toda la vida de Pablo, de ahí
en adelante, era un continuo: “Señor, ¿qué quieres que haga?”. Kyrios, mi Kyrios, por amor del cual lo
he perdido todo. Lo tengo por basura, para ganar a Cristo, a fin de conocerle, y ser hallado en Él, no
teniendo mi propia justicia que es por la ley, sino la de Dios, que es por la fe. La pasión de Pablo era su
Kyrios, mi Kyrios, por amor de cual todo el resto es basura. Encontró el tesoro escondido en el campo,
fue y vendió todo lo que tenía, y compró aquel campo.

 ¿Cuánto te cuesta el Reino de Dios? Un joven me dijo un día: “Eh, hermano, Dios pide mucho” Yo
le dije: “Todavía no entendiste nada. Él pide todo, todo”. Cuando lo llamamos Kyrios, le
pertenecemos, estamos sujetos a Él, todo pasa a ser de Él, vivimos para Él.
El carcelero de Filipos
 Pablo estaba en la cárcel de Filipos, con Silas. A medianoche habían recibido una paliza tremenda, la
espalda ensangrentada por los latigazos, los pies apretados en el cepo, en el calabozo de más adentro, a
medianoche. ¿Qué hacían? Cantaban himnos al Señor, con la espalda ensangrentada... De repente hubo
un terremoto en la cárcel, las prisiones se abrieron, los presos se soltaron. El carcelero de Filipos,
desesperado, sacó la espada, se quería suicidar. Porque el carcelero, si se le escapaba un preso, tenía
que pagar con su vida. Y Pablo le dice: “No te hagas ningún daño, nadie escapó, estamos todos aquí”.
Y el hombre, desesperado, le dice a Pablo y a Silas: “¿Qué debo hacer para ser salvo? ”. ¿Cuál fue la
respuesta de Pablo? : “Cree en el Kyrios Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa” ¡En el Kyrios! Sabía
muy bien el carcelero romano que era un Kyrios, que era el Kyrios. Lo llevó a su casa y habló a toda la
familia a aquella hora de la noche. El carcelero y toda su familia se bautizaron.

O somos discípulos, o no somos nada
 Algunos dicen: “No siento bautizarme...¡No siento!” Claro, no sientes porque eres un rebelde, te
falta convertirte, arrepentirte. El bautizarse no es un sentimiento, es un mandamiento. Y el
mandamiento no se siente, se obedece con fe. Hay dos errores graves en el pueblo evangélico en
general: muchos creen que hay dos escalones importantes en la vida cristiana, el primero, aceptar a
Cristo como Salvador, entonces Dios me perdona, me salva, me da vida eterna; y después, una vez que
soy salvo, hay otro paso de consagración, el segundo escalón, que es aceptar a Cristo como Señor. Es
un error, la conversión es un solo escalón, que coincide con la consagración. Si no le entrego todo a
Cristo, todavía no es mi Señor. Y si no es mi Señor, no tengo ninguna garantía de ser salvo. El otro
error es pensar que hay dos niveles de vida espiritual: algunos son creyentes, y otros discípulos, que
uno puede ser creyente y algunos pocos son discípulos. ¡No existe tal distinción! Jesús dijo: “” Id, y
haced discípulos”. No dijo “haced creyentes”. La palabra que más aparece en el Nuevo Testamento
para referirse a los que siguen a Cristo, a los hijos de Dios, es discípulos. Y esta palabra aparece, en el
Nuevo Testamento, 250 veces. Y la palabra creyente aparece 12 veces, contraa 250 de discípulos. Así
que, o somos discípulos, o no somos nada. ¡El Evangelio del Reino de Dios!

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