jueves, 25 de julio de 2013

Errores que cometemos en el discipular. (sobre el apunte de los 5 elementos presente en toda relación).

Julio 2013
C. Lopez

En el desarrollo de nuestro servicio de discipulado tendremos errores producto de exageraciones, omisiones, impericias, desconocimiento, etc.
Todos cometeremos todas las equivocaciones, porque somos personas que están aprendiendo este sagrado oficio.
Saber esto, lejos de desanimarnos, ha de permitirnos mejorar nuestra capacidad de servicio corrigiendo lo que detectemos desviado y adelantándonos a nuestras falencias naturales (por cómo somos) o aprendidas (por como han hecho con nosotros).
(Aclaración: No definimos relación de discipulado en este escrito, pero si es útil resaltar que la materia prima de tal relación es la actitud de aprendizaje y apertura que el discípulo muestra hacia su discipulador y su enseñanza).

1. Sobre la paternidad espiritual:

1A) Ser espirituales distraídos.
Me ha tocado reconocer que generalmente el perfil del creyente espiritual en muchos hermanos ha sido incompatible con el perfil del buen padre espiritual. Observando detalladamente, las personas demasiado espirituales no siempre son los mejores maestros personales, los que brindan mejor seguimiento a cada individuo. Dentro del perfil espiritual, hay mucha colgadez y letargo.
El espiritual evangélico frecuentemente es una persona de adoración profunda, amor por Dios, experiencias genuinas de vida espiritual y… llamados pendientes, personas por contactar, charlas postergadas, decisiones que se acumulan mientras se espera... con estas características, no es extraño que lamentablemente los hermanos más “espirituales” no siempre sean los mejores padres espirituales. El perfil del padre espiritual nos pide que seamos atentos. Y el espiritual colgado no brinda atención a su entorno de manera consistente. Hay que decir que el problema no es la espiritualidad genuina, sino la forma en que expresamos esa espiritualidad por sobre nuestro carácter y acciones. Así es que muchos contemplan tanto la gloria del Señor, que quisieran quedarse para siempre en el Monte de la Transfiguración y no bajar al valle de las arduas labores...
Jesús fue espiritual, pero no colgado. Lo vemos cuando va caminando en medio de una multitud y es capaz de notar un simple toque en una de sus vestiduras. Cuando cuenta a 10 leprosos que estaban al costado del camino... el simple hubiera visto un grupo, Jesús contó a diez personas, el colgado se hubiera alegrado con que uno haya venido a dar gracias por la sanidad, Jesús que es espiritual y atento, notó la ausencia de nueve individuos y preguntó por ellos.
Tampoco se lo ve colgado cuando tiene que despedir a las multitudes y está atento al hecho de que no tenían que comer en el camino de regreso. Cero colgadez. Conocía a cuanto se vendían dos y cuatro pajarillos y sabía que el quinto iba gratis. Conocía las imágenes detrás de las monedas y sabía que atrás estaba el Cesar.
En una ocasión (Mr. 9) anuncia su muerte a sus discípulos en el camino a Capernaúm y luego de llegado a la ciudad y asentados en la casa, les pregunta: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino?! ¡Qué ejemplo tan noble de un líder comprometido con el propósito de Dios para su vida y a la vez atento, perceptible, sensible a las voces que sus discípulos daban! No tuvo necesidad de que nadie se lo dijera, Él mismo, mientras caminaba a su propósito, estuvo atento a lo que pasaba en los corazones y a las conversaciones de sus seguidores más íntimos. Espiritual y atento, perceptible.
Pablo fue otro hombre espiritual sin dudas. Poseedor de una revelación única y de dones superlativos, no dejó de preocuparse y de ocuparse en sus discípulos y entorno. Era capaz de alabar a Dios en medio de la cárcel y problemas, mostrando su aspecto más místico. Pero también lo vemos en Hechos 27 pidiéndole a Dios que no perezca ninguno de los que viajaban con él y poniéndose al frente de sus vidas, a tal punto que Lucas cuenta que eran 276 personas las que iban en el barco…¿Quiénes pondrían los números de cuantos pasajeros sino solo personas con verdadero interés?
Lo encontramos atento a las cuestiones personales de sus discípulos: Le recomienda a Timoteo que tome vino cada tanto en lugar de agua, por su estómago... ¿Sería solo un espiritualoide?
Hombres espirituales y solícitos.

1B) Pretender ser el Espíritu Santo.

Otro error que cometemos es frustrarnos y reaccionar airadamente cuando las personas no cambian ante nuestra palabra, carga o enseñanza. Aunque nos involucramos emocionalmente con las personas y las amamos, no debiéramos tomar como una falla u ofensa personal sus desplantes, errores o rebeldías. En el fondo es la obra del Señor. No es a nosotros que nos están rechazando. (si estamos obrando en su Nombre y de acuerdo a su Voluntad).
Al pensar que es la obra del Señor y que el que cambia activamente a cada individuo es el Espíritu Santo, podemos estar un poco más tranquilos si ya hemos dado todo lo que teníamos que dar al discípulo.
Comprender que la transformación es obra de Dios, nos lleva a pensar que si Dios no lo ha cambiado hasta ahora, tampoco lo podremos hacer nosotros… Por eso tiene sentido orar mucho para que Dios obre en sus corazones. Como cuando Jesús rogo para que la fe de Pedro no faltase… observamos allí que no se la hizo liviana a Pedro en ese momento, pero que tampoco se frustró con él por ese acto, sino que pidió y rogó al Padre por su cambio.
Nos gustaría ser como el Espíritu Santo en las vidas de los hermanos, cuando no tenemos necesidad de pedir a Dios que haga algo que nosotros no podemos hacer, cuando esperamos que irremediablemente las personas cambien solo porque nosotros se lo enseñamos y cuando nos sentimos heridos por la renuencia a cambiar de parte de nuestros discípulos.

2. Sobre el consejo en circunstancias de crisis:

2A) Tratarlo exclusivamente desde nuestra experiencia o vida.
Las experiencias vividas nos sirven para ampliar el consejo, para enriquecerlo, no para encasillarlo ni para reducirlo. Erramos cuando hablamos al discípulo ofreciéndole como única respuesta lo que hemos vivido o entendido en una situación similar a la que él está viviendo. Esto es así porque en realidad ¡No existen dos situaciones ni dos personas exactamente iguales!
Esto no significa no aprovechar la sabiduría proveniente de las circunstancias de vida y sus lecciones. El propósito de alertarnos de este error es no limitar el concejo solo a eso que ya hemos vivenciado nosotros. En algún punto tenemos que salirnos de nuestra experiencia y volver a la problemática que nos plantea el discípulo. Nuestra vida puede enriquecer la comprensión y cosmovisión del asunto, ofrecer un ejemplo y testimonio, pero no convertirse en la situación misma de nuestro discípulo.
No podemos aconsejar meramente desde el “yo en tu lugar” sino desde “yo en mi lugar” y “vos en tu lugar”. El “yo en tu lugar” no sirve. Porque por más que digamos lo que haríamos nosotros, cada persona es diferente y va a actuar en últimas instancias por lo que siente ella misma, no por los impulsos ajenos. En realidad sirve el “yo sintiendo como vos, pensando como vos, conociendo a Cristo como me ha tocado a mí en mi vida, en el lugar donde vos estás”. La diferencia va a radicar en el conocimiento superador de Cristo. No en las formas de pensar o sentir, ya que esas son individuales. (y las personas pueden cambiarlas obviamente, pero han de decidir querer hacerlo...).
El reduccionismo del consejo a nuestra subjetividad es un error, ya que no todo lo que somos y hemos vivido es trasladable a lo que son y a lo que viven nuestros discípulos. Cuando fundamentamos tenemos que tener en cuenta si este elemento predomina o si es uno más en otros que provengan de otras fuentes.
Puede darse el caso inverso en este mismo error: el discipulador o el discípulo se abstienen de tratar el tema, porque al discipulador “le falta experiencia”. Su origen es el mismo que el anterior, pero en este caso no hay consejo o apertura al no haber una experiencia de vida similar a la aconsejada.
En primer lugar sería útil recordar que nuestro llamado es presentar la vida de Cristo en mí y aplicarla a los hermanos que amamos. Pero no es predicarnos a nosotros mismos.
Luego, y volviendo a la cuestión del discipulado, el elemento principal es la actitud del discípulo. Él puede poner a disposición de su mayor el asunto y luego confiar en que si este tema supera la capacidad de aconsejar que su discipulador tiene, su discipulador recurrirá a otros para ayudarle, previo permiso del discípulo. (ya que se trata de su vida).
Hay que considerar que además de resolver la situación en sí, al tratarse de situaciones difíciles, también es fundamental atravesar dichas crisis con fidelidad, integridad y consagración al Señor. Y en este sentido todo discipulador debiera constituirse en ejemplo de sus discípulos. Y ahí se podría recibir un testimonio que aliente a cada cual en su situación particular, a que persevere en el mirar a Cristo, así como los mayores lo hicieron cada uno en sus propias dificultades. Con esta actitud se puede buscar también ayuda específica para cada asunto en particular, siendo el discipulador el eje de tales búsquedas hacia los hermanos que en el Cuerpo de Cristo, mejor capacitados estén para cada asunto específico.
Igualmente hay que considerar de manera madura si la falta de experiencia se debe a circunstancias de vida que no se presentaron iguales o a una falla permanente en el corazón o carácter del discipulador, siendo solamente esto último un factor que inhabilita la guía en esas circunstancias.

2B) Dar solamente un consejo.

Pablo escribe a los Tesalonicenses en la primera carta que “hubieran querido no solo darle el evangelio, sino también sus propias vidas”, de tan queridos que les resultaron. (1 Ts 2.8)
Debemos ofrecer nuestra vida antes y después del consejo. Darnos nosotros mismos. No pensar que después que le dije todo lo que me parecía ya está: vuelvo a mi vida con mis asuntos, con mis conflictos y oportunidades postergadas. Una parte de mí tiene que irse con mi discípulo. Así nuestra vida se va entrelazando con su vida, con sus experiencias y nos vamos haciendo partícipes de sus situaciones, y se nos hará natural y no forzado el “gozarnos con el que se goza y llorar con el que llora”.
Habrá veces que el mejor aporte que podremos dar consistirá en estar presente. Simplemente estar. Eso fue lo que le reclamó Marta a Jesús; que no estuvo a tiempo y seguramente nos lo reclamarán a nosotros si a pesar del cariño que les demostremos todos los días de nuestra vida, en los momentos de dificultad no nos hacemos el espacio para estar con ellos.
En algunos momentos, un abrazo, un gesto de dolor compartido, un silencio que acompañe el pesar, una mirada sin reproches, serán suficientes y a la vez indispensables para mantener viva la relación entre discípulo y discipulador.
Otro aspecto en el que tampoco podemos ausentarnos es en la época de alegría. Debemos ser mentores de sus mejores éxitos y cuando lo obtengan, saber corrernos sabiamente para que queden en el centro de la escena. Que lo disfruten. Pero nunca ser indiferentes o descuidados en esto, porque sino estamos en sus alegrías, estaremos minando nuestra autoridad afectiva sobres sus vidas. Y el liderazgo cristiano tiene mucho de liderazgo afectivo, confidencial, inspiracional, amistoso, humano.

3. Sobra la enseñanza de fundamentación:

3A) Dar por cumplido el ciclo cuando veamos que el discípulo ha entendido.
En verdad ese es un paso primario, importante, pero no final. El fin del proceso es cuando el discípulo se convierte en un transmisor fiel e idóneo de esas enseñanzas a otros que están aprendiendo de corazón a Cristo. 2 Ti 2.2 Y cuando tiene fruto en ese proceso.
Que aprenda, que entienda, que recepcione, que asimile, que acuerde, que incorpore, que aplique, que implemente, son cuestiones necesarias pero no suficientes en este proceso de largo alcance que es la transmisión del consejo de Dios.
Jesús oró por los que creían y por los que habían de creer por medio de ellos. Pedro anunció que la promesa del Espíritu Santo era para los hijos de esa generación y para cuantos el Señor siguiera llamando. En ellos notamos este enfoque que también estaba en Pablo, el de la trascendencia.
Nuestro discípulo no es el último eslabón en la cadena espiritual a las naciones y el proceso de enseñanza no se completa hasta que el mismo sea confirmado por Dios como un fiel e idóneo maestro que usa bien la palabra de verdad. Esa validación, lo que hará es confirmar nuestro trabajo en Cristo.

3B) Enseñar solo de aquellas cosas que hemos podido implementar en nuestra vida.
Y no todo el consejo de Dios. Esto no es bueno porque puede producir desequilibrios. También hay que notar que en el Cuerpo de Cristo, no solo el discipulador enseña: también lo hacen los maestros pastorales, los hermanos, los buenos libros, las ocasiones de retiro o especiales, etc.
El asunto es que si hay algo en mi vida que no estoy cumpliendo: debo enseñarlo tal como está en la Palabra y a la vez confesar mi incapacidad en llevarlo a cabo tal como se requiere. En este caso la verdad sería sostenida en alto y el problema sería nuestra humillación. Ese es el precio de la sana enseñanza.

3C) Enseñar sin estar mostrando a Cristo en todo lo ya revelado.

A la vez que tenemos en cuenta lo anterior, también debemos ir presentándonos como ejemplo en todo lo que vayamos aprendiendo e incorporando de Cristo en nuestra vida.
Lamentablemente escuchamos decir a mucho alejados de las vidas de las congregaciones que “hay mirar a Dios y no a los hombres”, esto me habla que en realidad más allá de lo relativamente cierto de esa declaración, hay obreros que no tienen un testimonio y conducta acordes a lo que algunas personas esperan de Cristo. No se trata de satisfacer los caprichos de los inmaduros, el problema radica en que muchas personas leen la Biblia, conocen mucho de la Palabra intelectualmente, saben lo que debería ser un “representante de Jesús” y luego…aparecemos nosotros! Chan.
Volvemos al punto en donde resaltamos la importancia del corazón del discípulo. Pero tenemos que reconocer que esta brecha de la que somos humanamente responsables es una de las principales causas de deserción y decepción dentro de la Iglesia.

3D) Presentar todas las enseñanzas con el mismo grado de importancia.

Todas las enseñanzas son importantes, pero no todas son igualmente de importantes. El Propósito Eterno de Dios y el Reino de Dios por ejemplo, son temas que sirven para encuadrar al resto de los temas. Sino enseñamos muy bien estos conceptos posiblemente algunas cosas luego carezcan de sentido o dirección en la enseñanza que brindemos.
El respeto a la Palabra y la Persona del Espíritu Santo también son temas de relevancia. La fe, el arrepentimiento, el pecado, las autoridades. Saber que estos temas son siempre necesarios y no ocasionales para una buena formación de vida.

3E) Dar por supuesto que lo que yo sé, ya lo he transmitido.

Debemos corroborar si hemos podido depositar en la mente y corazón de nuestros hermanos aquellas enseñanzas que nos han sido preciosas para nosotros. Pero no dar por supuesto que así ha sido, simplemente porque hace mucho tiempo que estamos juntos.
En el final de su ministerio Jesús le dice a sus discípulos que iba al padre y Felipe le dice: “Muéstranos al Padre y nos basta” Jesús dice: todavía no aprendiste nada Felipe…
Un pensamiento que seguramente tendremos es suponer que todo lo que yo entendí, lo que leí y me conmovió, aquello que guardé en mi corazón, es también lo mismo que mis discípulos hicieron. Para evitar esta “traslación automática de conocimientos” lo mejor es preguntar directamente, tal como Jesús cada tanto hacía con ellos y también sacar las propias conclusiones al observar las vidas de los discípulos. Jesús al ver las vidas de los fariseos sacó varias conclusiones que se las dijo de manera rotunda. Nosotros tenemos que mirar cuidadosamente para ver si lo enseñado ha sido aprendido y está siendo vivido. Guiarnos por el fruto.

4. Sobre la transmisión de vida.

4A) No disponer de un deposito espiritual para traspasar al discípulo.
Cuando tenemos este depósito, no solo daremos el consejo de manera correcta y oportuna, no solo brindaremos la enseñanza de forma equilibrada sino que proveeremos la fuerza interior, la frescura, el aliento y fe necesarios, para que se convierta en vida espiritual en la vida de nuestro discípulo. Nuestras palabras serán “palabras de vida eterna” y fuente de agua viva en sus corazones. Daremos vida espiritual a los oyentes.
Se trata de contagiar el estado de nuestro corazón, amante del Señor y confiado en él. Esto se realiza espiritualmente, ya que “el Espíritu va acomodando lo espiritual a lo espiritual”. Si la persona es sensible y abierta a las cosas espirituales, si quiere hacer la Voluntad de Dios, beberá de esta fuente y será alimentada. Si tiene el corazón en otra cosa, no habrá traspaso de nada.
Pero a nosotros nos toca estar en Cristo, mirando a Jesús, creciendo en la gracia, echando mano de la vida eterna.
El Señor transmitió su gloria a sus discípulos, lo mejor de su vida interior. Edificó oro Ellos lo captaron porque estaban así dispuestos.
Que reconozcan que “hemos estado con Jesús”.

5. Sobre el asunto del sacerdocio y servicio.

5A) Poner a servir demasiado rápido o demasiado tarde al discípulo.
Podemos equivocarnos si aceleramos los tiempos de servicio por causa de la necesidad, de nuestro entusiasmo o de las mismas presiones que pueden darnos nuestros discípulos. Algunas veces nos demandan y piden espacios de servicios para los que entendemos, deberían estar más crecidos en el resto de sus áreas. Otras veces somos nosotros los que estamos mirando la obra y no a los obreros… y no nos damos cuenta que su estado interior todavía no garantiza solvencia ni preparación adecuadas.
Una preparación adecuada en cada instancia incluye una capacitación para la etapa siguiente.
De esta manera el ciclo de niño espiritual se cerraría cuando ya se haya hablado acerca de lo que es ser un joven. Y cerrar el ciclo de joven espiritual abarca al menos que tenga idea de lo que es ser un Padre espiritual. (aunque eso obviamente no lo transforma en un padre, lo direcciona y anticipa en su preparación).
La presión ajena casi nunca es buena consejera para la toma de decisiones, en especial para la asignación de responsabilidades en la obra.
Asimismo la postergación de espacio y la falta de visión es un mal que va a frustrar a cualquier persona en cualquier ámbito. Todos pueden hacer algo, conforme a sus fuerzas, entendimiento y circunstancias de vida. Esperar a presentar esto a los hermanos puede significar perder los primeros y mejores años de receptividad a la instrucción cristiana. Siempre hay un desafío para presentar, el buen maestro sabe encontrarlo para sus discípulos.
Aún los niños en el jardín o escuela primaria pueden ser enseñados en hablar de Jesús a sus compañeritos…
Servicio para todos, responsabilidades para responsables.

5B) Aflojar la formación porque la gracia y dedicación en el servicio es evidente.

Algunas veces nos podemos sentir tentados a caminar en “piloto automático” porque nuestro discípulo corre de acá para allá, se esfuerza, lidera, pregona nuestros más defendidos conceptos, y dejamos de estar tan alertas sobre las cuestiones de su vida y corazón como al principio de la relación.
Justamente no fue eso lo que hizo el Señor con la Iglesia de Éfeso. El reconoció sus buenas y admirables obras, pero confrontó su corazón, porqué notó que no era el mismo del principio. Nunca podremos dejar de mirar alertas el corazón del discípulo, ni aun cuando se transforme en un campeón de la fe y en un paladín de la obra.
La obra corona una vida bien edificada. Pero constantemente hay que prestar atención a los fundamentos y los pilares de docilidad, integridad, humildad, pureza y amor sincero.

5C) Tener más “pasado que presente” en el ejemplo de obra en el Señor.
Se entiende que hay momentos en la vida en donde el equilibrio pasa por ajustar el tiempo y la dedicación al servicio de otros. Son situaciones puntuales y que ameritan tal decisión que incluso van a sostener la obra en el futuro.
Descontando eso hay que decir que sería una equivocación pretender adelantarnos a otros por la revelación pasada. Pablo entendía que sino se disciplinaba a sí mismo, aun cuando había sido heraldos para otros, podía quedar eliminado…
El peligro consiste no tanto en mantener el ritmo de antaño (ya que lógicamente, la vida puede irlo menguando) sino en: 1 No ir evolucionando en lo que se recibió de revelación en tiempos pasados. No haber profundizado, no haber ido más lejos y 2 No estar viendo las revelaciones que el Señor está dando a las generaciones actuales y estar inconsciente de cuales reformas el Señor está disponiendo para este tiempo en su Iglesia.
Hasta el lenguaje va mutando con el paso de las generaciones, por eso la Biblia misma cada tanto tiene revisiones de sus traducciones. Sería un error hacer las cosas con la misma comprensión que al principio, si con la misma fidelidad, pero con mayor revelación y conocimiento.

6. Errores que abarcan todos los aspectos:

6A) Sobreenfatizar o centrar la relación en unos aspectos a expensas de otros.
Para esto conviene repasar conscientemente y para cada relación, que elementos han estado muy presentes o muy escasos en un lapso de tiempo, por ejemplo 6 últimos meses.

6B) No ir creciendo, hasta llegar a la madurez en todo. Limitarse a ser muy bueno en dos o tres aspectos y dejar los puntos flacos como debilidades asumidas y aceptadas.

6C) Hacer de esta lectura algo muy interesante y no practicarlo.

1 comentario:

  1. Hermano,es una exposicion muy buena la que hace ,pero no sera mejor en vez de acordarnos todo esto ser guiados mas por el Espiritu Santo en esta tarea? A algunos tendremos que animar a otros desanimar ,a algunos decirle todo ,a algunos no decirle todo.segun nos guie el E.Santo
    .un saludo y muy buena la web
    David

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