martes, 11 de junio de 2013

El cristiano frente al trabajo - K. Bentson







Para un cristiano, el poder trabajar es un don de Dios. Si en la mente no regenerada existe la idea de que el trabajo es el todo de la vida o un mal necesario, para nosotros no es ninguno de los dos. Las Escrituras presentan enseñanza positiva y equilibrada sobre la dignidad del trabajo.
1. Para comenzar, el trabajo es un orden creacional. Al crear al hombre, enseguida Dios le encargó que cultivara y cuidara la tierra. Desde el principio, además de tener que tomar dominio sobre las otras criaturas inferiores, y multiplicarse él mismo para propagar su propia raza, también cumplía la voluntad de Dios trababajando la tierra. Evidentemente, la naturaleza de por sí no producía adecuadamente para las necesidades del hombre. El relato en Génesis dice: "Cuando Dios el Señor puso al hombre en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara....." (2:15). Sí, el trabajar es mandato creacional.

2. Trabajando, el hombre se asemeja a Dios, y en esa medida se une a él. 
"Trabaja seis  días, y haz en ellos todo lo que tengas que hacer... porque el Señor hizo en seis días ..." (Exodo 20: 9,11). El hombre como representante de Dios en la tierra, como virrey, se asocia con Dios en el desempeño de los intereses divinos, y en esa medida  -aunque sea en forma inconsciente- se hace partícipe con él y se parece a él. Ennoblece.

3. El trabajo es moralmente obligatorio. Si el mismo consiste en un esfuerzo conscienmente dirigido, entonces los animales no trabajan; mas bien se activan siguiendo sus impulsos, sus instintos. El hombre, en cambio, tiene que planificar, y con voluntad -abandonando tal vez otras actividades más placenteras- dedicarse a producir para sus necesidades. La indolencia y la pereza son pecados. La regla bíblica es:
 "El que no quiera trabajar, que tampoco coma" (2 Tesalonicenses 3:10).

Una postura subcristiana que aparecía en la Edad Media decía que el trabajo era un azote, un castigo por el pecado del hombre. De ahí surgía la idea de que los que son de temperamento "contemplativo" son superiores. Antes, en Grecia, el filósofo no "trabajaba"; los esclavos y la gente de las clases más bajas sí. Dentro de la cristiandad, con el tiempo se formaron dos estratos sociales: el más alto compuesto por los intelectuales (los filósofos), los espirituales (el clero) y los aristócratas (gobernadores, ricos y militares), y por debajo de ellos, la gente que "trabajaba". Aunque hoy día la civilización occidental no sigue el mismísimo patrón, aún permanecen resabios en la mente y práctica de muchísima gente.

Es cierto que con la entrada del pecado a la vida y sociedad humana, Dios impuso un castigo: "
Ahora la tierra va a estar bajo maldición por tu culpa; con duro trabajo la harás producir tu alimento durante toda tu vida. La tierra te dará espinos y cardos... te ganarás el pan con el sudor de tu frente" (Génesis 3:17-19). Tenían razón los de la Edad Media que afirmaban que el trabajo reprimía el vicio. En verdad, el tener que trabajar con esfuerzos pone freno a la ociosidad, que a su vez da lugar a los vicios.

4. El trabajo es un servicio; es un servicio a los semejantes. No es solamente para suplir las necesidades de uno (1 Tesalonicenses 4: 11,12), que es legítimo, sino para proveer para las necesidades de otros (Efesios 4: 28). Refiriéndose el apóstol Pablo a los esclavos, especialmente a aquellos cuyos amos eran creyentes, él recalcaba:
 "...deben servirlos mejor todavía, porque los que reciben sus buenos servicios son creyentes y hermanos amados"(1 Timoteo 6: 2).

5. En lo que se refiere al trabajo, la cuestión no es tanto qué se hace, ni quién lo hace,  sino cómo se hace. Se debe trabajar para el Señor. Por más humilde que sea la tarea que hay que realizar, cualquiera que lo hace para el Señor se dignifica. El gran apóstol afirma: "
Esclavos, obedezcan en todo a quienes aquí en la tierra son sus amos, no solamente cuando ellos están mirando, para quedar bien con ellos, sino de corazón, por temor al Señor. Todo lo que hagan, háganlo de buena gana, como si estuvieran sirviendo al Señor y no a los hombres" (Colosenses 3: 22,23). Para nosotros que tenemos a Dios, el trabajo, todo trabajo, cualquier trabajo honesto, nos edifica, nos realiza y nos dignifica. ¡Viva el trabajo!


1 comentario:

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.