jueves, 6 de septiembre de 2012

Las tareas que todos debemos realizar.




                                   Kleinerman-Cuart-Lancioni

Ef 4:12  a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo;

Cristo el Señor nos ha llamado a todos entrar en la obra del ministerio, la edificación del cuerpo de Cristo, Pablo nos dice que debemos ser capacitados para desarrollar estas funciones, a continuación detallaremos las sencillas tareas que con amor y diligencia todos debemos realizar.

1. La siembra: predicar el evangelio usándolo como un instrumento para descubrir a los que tienen sed.

2. Al descubrir a quienes están interesados producir un segundo encuentro.

3. Regar lo que se sembró con diligencia y sabiduría.

4. Guiarle a la puerta estrecha, FE, ARREPENTIMIENTO, RUPTURA CON EL PECADO, OBEDIENCIA A LA VERDAD.

5. Conducir al bautismo.

6. Fundamentar al discípulo. (2do. Apunte)

1 ¿Para que predicamos? Para descubrir si hay interés.

  • No importa por donde comencemos, o lo que digamos, lo importante es que usemos el evangelio como un “imán” para atraer al que está interesado en  oír acerca de las verdades de Dios. Podemos usar preguntas, frases, versículos, pensamientos, situaciones, noticias, estados de ánimo. Cualquier cosa es válida a la hora de tratar de tomar un contacto inicial con las personas.


  • Dentro de la dinámica que desarrolle la conversación procuremos anunciar a Cristo y a este crucificado, el kerigma apostólico acerca de hecho de Cristo (Minist. Didáctico de la Iglesia - J. Himitian)


  • Es muy importante contar nuestro testimonio, pues resulta casi imposible rebatir con argumentos y concepto nuestra experiencia de conocer a Dios como una realidad.


  • No debemos tener miedo a hacer el ridículo. Jesús fue “crucificado en vergüenza” ¿Cómo nos vamos a excusar de abrir nuestra boca para identificarnos como cristianos y comunicar el evangelio? (Rom 1.16).

2. Cuando descubrimos interés en una persona, debemos buscar procurar con diligencia concretar una segunda cita o el medio para llegar a ella



  • Olvidémonos de la ilusión de que al darle nuestro teléfono o invitarlo a una reunión la persona responderá, porque eso no sucederá a menos que ocurra un milagro.
  • Con entusiasmo pero con respeto, sin avasallar, procuremos conseguir su teléfono o dirección (si es que desea ser visitado). En la charla debemos dejar ver nuestro genuino interés de sentarnos con “mas tranquilidad y tiempo” a charlar acerca de las verdades de Dios. 


  • Debemos ser muy diligentes en procurar que pronto haya un nuevo momento y punto de encuentro, pongámonos a disposición del otro en cuanto a horarios posibles, dejando de lado si es necesario, otros compromisos de poca importancia.


  • Tener en cuenta el (OIKOS), que son las personas de nuestro entorno natural. Ellas difícilmente nos negarán un encuentro para compartirles nuestra fe.

3. ¿Para que regamos? Para que la semilla del  evangelio germine y de cómo fruto un discípulo.


  • Si sembramos pero no regamos, estamos haciendo una obra incompleta. 

La obra es “hacer discípulos” y no “predicar” el evangelio solamente.
Hay personas que tal vez no volvamos a ver y no podremos “regar” esa semilla plantada, encomendamos  esa vida a la soberanía de  Dios  rogando que esa palabra y que en algún momento de fruto. Pero en general esto no debe ser así.

Debemos saber que si sembramos, tenemos que REGAR para que el fruto se concrete.
 ¿Cómo regar?

  • Todos  los días: Regamos a través de la oración.
  • No menospreciemos todo lo que podemos lograr mediante nuestra intercesión constante, todo el trabajo realizado será insuficiente para que ocurra el milagro de la conversión, solo Dios puede impartir revelación y vida. Sal. 127:1 Si Jehová no edificare la casa…


  • Dos o mas veces a la semana: Regamos a través de encuentros “fugaces” (visitas rápidas, mensajes de texto, llamadas por teléfono).


  • Regamos a través de encuentros donde nos sentamos para abrir las escrituras y comunicar las grandes verdades del evangelio (Creados por y para Dios, el propósito eterno de Dios, el pecado y sus consecuencias, la rebeldía, el arrepentimiento, el Señorío de Cristo y el Reino de Dios, la nueva vida, etc.).


  •  Este punto es fundamental. Si regamos solo con oración  y con encuentros “fugaces” pero nos falta este tiempo de proclamación de las verdades de Dios, será muy difícil que logremos hacer de esta persona un discípulo.

Debemos dedicar tiempo y esfuerzo en regar.


  • En esta etapa, al menos al principio, todo el esfuerzo lo tenemos que hacer nosotros. Debemos llamar, insistir y persuadir a la persona para juntarnos. Debemos soportar desplantes, incumplimientos, etc. Debemos orar, ayunar y tener bien en claro lo que queremos comunicar y lo que queremos que la persona entienda.

4. Guiarle a la puerta estrecha: En esta etapa debemos ser mas específicos en lo que queremos comunicar. 

  • Nuestras charlas deben ir de lo general a lo particular. Empezamos hablando de las verdades de Dios (Kerigma) pero debemos terminar apelando a la obediencia (Didake). 

Es como un “embudo” donde terminamos en una decisión concreta como lo es “aceptar a Jesús como el Señor”, cambiar de Reino, dejar de vivir como quiero para vivir como Dios quiere.


  • Este periodo no se puede prolongar “para siempre”. Al principio solo comunicamos, pero con el transcurrir de las semanas y de las reuniones debemos ir apelando a que se tomen decisiones.La persona debe ir asumiendo paulatinamente la identidad de discípulo ya que esta actitud le acompañara en el transcurso de su futuro “nueva vida”.


  • Lo que deberíamos buscar también en esta etapa es que la persona tome contacto con otras personas de la iglesia para que se relacione con el cuerpo de Cristo y  la persona pueda ver más claramente a Jesús.  Ver los testimonios y el ejemplo de otros es de mucha ayuda, consuelo e incentivo. Además nos libra del exclusivismo.
  • A esta altura, deberíamos también buscar orar juntos, abrirnos al Espíritu Santo. Debemos enseñar acerca de la obra del Espíritu Santo en nosotros, la cual produce tanto  el “querer como el hacer”.

 Lo que buscamos en esta etapa es una “actitud”. La persona debe recibir la revelación y la convicción suficiente para destronar su “yo” y colocar a Jesús en el trono. Cuando esto se manifiesta la persona ya está frente a la puerta estrecha y va estando lista para el bautismo.


  • Una evidencia de que la persona ha entendido el Reino es ver que ha renunciado a los “pecados mas evidentes” (novios que dejan de tener relaciones sexuales, abandono de vicios y mentiras, de pasiones desordenadas, de actividades indecentes, etc.) en su vida y está luchando para obedecer a las enseñanzas de Jesús.


  • Los versículos  de la “puerta” y  de las “condiciones del discipulado” deben ser repetidos y estudiados constantemente, pues son los que dan el fundamento para que luego caminemos por el “camino angosto” que Jesús nos ofrece.


  • Cuando todo esto es visible, debemos enseñar acerca del bautismo bíblico, su implicancia e importancia.
  • Debemos enseñar que cuanto antes debemos bautizarnos, pues es  el paso final para poder entrar en el Reino de Dios y ser parte del pueblo de Dios. No debemos presionar. Debemos aconsejar, enseñar y acompañar a la persona en su decisión.


1Co 3:6-7 Yo planté,  Apolos regó;  pero el crecimiento lo ha dado Dios.
Así que ni el que planta es algo,  ni el que riega,  sino Dios,  que da el crecimiento.

Conclusión final: Resulta incomprensible que de alguna manera Dios se haya limitado en su obrar a través de la iglesia, ni el que planta, ni el que riega merecen demasiado reconocimiento porque el único que puede impartir vida es Dios mismo, sin  embargo si no efectuamos estas tareas difícilmente las cosas sucederán En este terreno de actuación se va mezclando lo humano (nuestro amor, afecto, influencia), con lo divino (el glorioso obrar del Espíritu Santo) en un proceso misterioso que resulta en la conversión y salvación de los nuevos discípulos.





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